Con este título iniciamos una serie de entradas en relación con la contaminación lumínica, una forma de contaminación de energía electromagnética, camuflada de buenas intenciones y con repercusión a grandes distancias.
Pensamos que la afectación a la oscuridad de la noche es solo un problema para los astrónomos pero, con el abuso de la iluminación, perdemos mucho más que la visión del cielo nocturno, como veremos a lo largo de esta serie...
La iluminación nocturna es un gran invento del ser humano, pero tenemos que saber utilizarla adecuadamente para que no nos cause problemas.
Cada vez es más difícil observar el cielo nocturno… Sentir el universo sobre nosotros.
Una buena parte de los habitantes de los países desarrollados vivimos bajo cielos nocturnos muy iluminados. Prácticamente solo se ven las estrellas más brillantes, y en las ciudades solo se pueden ver los planetas. La iluminación nocturna sigue aumentando a un ritmo acelerado.
Este mapa de la Península Ibérica muestra la intensidad de la luz nocturna que se ve desde la Estación Espacial Internacional. Es luz emitida hacia el cielo que en su mayor parte no se ha utilizado; se ha gastado energía y dinero sin provecho alguno, y se ha enturbiado la visión del cielo.
El cielo estrellado es un paisaje natural que no se debe de ocultar porque es parte de nuestro patrimonio al que tenemos derecho.
Su observación es el origen de una gran parte de la cultura; no solo de la ciencia, sino de la filosofía y del arte, además de ser un importante motor de nuestra imaginación y de nuestros sueños.
Viendo el cielo nocturno nos damos cuenta de que pertenecemos a ese Universo, y también de que alguien, en este vasto e inhóspito Universo, piensa y tiene conciencia de sí mismo.
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