El control de la contaminación lumínica tiene que ver con una correcta iluminación; hay que iluminar de forma adecuada al entorno del que se trate, evitando el gasto innecesario y otras consecuencias.
¿Cuanta más luz, mejor?. La respuesta es NO.
Y es que la pupila
del ojo se adapta mejor cuando el nivel de luz está en consonancia con el
entorno. Un alumbrado intenso puede proporcionar
una sensación subjetiva de seguridad, pero sobre todo se produce deslumbramiento cuando
se pasa de una zona de sombra a otra con mucha luz. Cuando la luz deslumbra, no se ven los objetos o las personas menos iluminados.
A partir de determinado nivel de iluminación ambiental no hay ninguna ventaja que justifique gastar más energía en iluminar. Los niveles óptimos de iluminación según las zonas están bien estudiados y verificados.
En el caso de la seguridad vial, el exceso de iluminación produce la relajación de la alerta en la conducción lo que, junto a la fatiga visual, contribuye a incrementar las situaciones de riesgo y los accidentes.
Para ganar seguridad no se necesita más iluminación sino mejor visibilidad, y eso se consigue con una mayor uniformidad de la luz, evitando que haya zonas muy iluminadas junto a zonas de sombra.
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